Dos años antes de la pandemia, Rafael y yo decidimos terminar el negocio de ganadería intensiva. La tierra de Candelaima estaba sufriendo, pues con el paso de los animales perdía su capa de humus. Vendimos, todavía sin saber cómo recuperar el suelo. Conocimos a Didier, que ya había trabajado en cultivos de aguacate. Rafael lo entrevistó y por su experiencia con aguacate y café, pero sobre todo por su sentido de pertenencia, decidimos contratarlo como administrador de Candelaima.
Junto a Didier y al equipo de Café Banna pensamos en un modelo de economía circular, permacultura y cuidado de los bosques para Candelaima. Una mañana, caminando la finca con Alejandro, fundador de Banna, vimos unos árboles de café. Son variedad típica, dijo Alejo, y si siguen produciendo sin el cuidado de nadie es porque la tierra es cafetera. Sabíamos, Rafael y yo, que hace más de 50 años la finca había tenido cultivos de café. La misma tierra nos estaba diciendo qué debíamos hacer.
El Éxito Inesperado del Café Gesha en Nuestra Finca
Sembramos semillas de Gesha, Burbones, Sudan Rumen y Javas. Distintas variedades de café con la intención de encontrar el que mejor se adaptara a la finca. Y contrario a lo que habíamos pensado, fue el Gesha, el que creímos más delicado, el que mejor se adaptó. Fue una sorpresa y luego, en la medida en la que iban creciendo los árboles, con los primeros frutos asomando por entre las hojas, sentimos orgullo y felicidad. Logramos integrar los distintos sistemas de la finca. Conservamos el bosque y sus pasos de agua; y cultivamos aguacate y plátano y orellana, y hasta un jardín de orquídeas. Y hoy mi hija Ana Victoria camina y juega por entre los árboles de café.
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